a

198 West 21th Street, Suite 721
Email: hello@yourdomain.com

Estamos en una carne asada con unos amigos, llega mi hija Elisa y me dice: mamá te doy un corazón de amor. Y continúa, es de papel, y hace el gesto de ponerlo en mi mano. Cuídalo para que no se rompa.

Con esta frase poética y filosófica de mi hija de tres años, caí en cuenta de que lo más importante que puedo hacer como mamá es cuidar su corazón, cuidar el vínculo que existe entre nosotras. Es cierto que no puedo proteger a mi hija de todo; sería contraproducente, para crecer necesitamos experimentar cierta frustración y pasar por momentos de dolor emocional. Sin embargo, puedo contener y cuidar lo más profundo de su ser, de la misma manera en que busco su bienestar físico y su desarrollo cognitivo.

Kim John Payne, en su libro Crianza con simplicidad explica que todos los seres humanos pasamos por periodos de fiebres anímicas, de la misma manera en que tenemos fiebre física. Es decir, tenemos momentos en los que nos sentimos fuera de sí, con las emociones desbordadas o más retraídos. Él recomienda atender esas fiebres emocionales de la misma manera que una fiebre física: bajando el ritmo, suspendiendo actividades, estando más atento y cercano para cuidar de tu hijo en esos momentos. No puedes solucionar lo que le pasa; lo que si puedes hacer es darle lo que necesita: tiempo, calma y compasión para que tu hijo procese el malestar emocional que tiene.

Hace unos días, noté a mi hija ansiosa y con cierto temor de ir a dormir. Esa noche puse música tranquila, me metí a bañar con ella y hubo un momento en el que me expresó con lágrimas que nos había extrañado. Coincidió que tuvimos un fin de semana muy activo mi esposo y yo, teniendo que encargarla por varias horas. Decidí quedarme tranquila el lunes siguiente; fuimos a caminar por la colonia con nuestra perrita, dejé que se quedará más tiempo en la regadera jugando y estuve más apapachadora en la noche para que durmiera. No fue instantáneo el cambio emocional de mi hija y, no es que yo lo resolviera, sólo bajé el ritmo y puse atención a ese cambio emocional: en vez, de sólo pensar que estaba haciendo berrinche para no dormir.

Quizá es cuestión de ampliar nuestra mirada. Cuando nuestro hijo está actuando fuera de sí, está en un berrinche incontrolable, más agresivo o retraído es cuando más necesita nuestra contención y presencia amorosa. Es una manera de decirle me importa lo que te está pasando, te acompaño y te ayudo a que encuentres el tiempo y la calma para resolverlo; y modificar la rutina como cuando está enfermo, ayuda a su proceso de introspección. Kim John Payne, sugiere que nos tomemos unos minutos para recordar una experiencia de gozo y disfrute con nuestro hijo, para verlo más allá del estado emocional en el que esta, y acordarnos del ser humano extraordinario que es.

Te invito a bajar el ritmo de actividades cuando veas a tu hijo fuera de sí, para que le proporciones; tiempo, calma y compasión. Al final, si nosotros cuidamos de su corazón, cuando crezcan ellos encontrarán la forma de autocuidarse en esos momentos de crisis o desajuste emocional que son parte de la vida; y reconocer si necesitan pedir ayuda profesional.   

post a comment