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El Nido

¡HOLA!

Querido lector, me da mucha emoción compartir este sueño contigo. Soy Alejandra Hoyos, psicóloga de profesión, aficionada de la literatura, tejedora de historias, un cuerpo que se descubre. Desde hace dos años, empecé un proceso de autoconocimiento al entrar a la maestría de Inteligencia emocional; aunque para ser más exacta, empezó desde que estaba embarazada de mi hija Elisa. Tuve muchas felicitaciones y, de manera constante, escuché que iba vivir una de las mejores experiencias de mi vida. Definitivo, a partir de que nació Elisa, descubrí aspectos de mí que no sabía que tenía. Me sorprendió el instinto materno: ser capaz de levantarme en la madrugada para alimentarla, anticipar caídas, ser responsable de la vida de otro ser humano y recuperar el asombro de las cosas cotidianas. También hubo momentos, en los que me sentí culpable. Culpable por sentirme cansada y rebasada de la responsabilidad tan grande de ser madre; culpable de perder la paciencia, de sentirme triste, enojada, y de desconocerme en esta nueva faceta. Parece que socialmente sólo esta aceptado hablar de lo maravilloso que son los hijos y no se dice mucho sobre la crisis que conlleva, en la que aparecen distintas emociones: unas placenteras y unas displacenteras.

Porqué

¿Nido y sombra?

Cuando estaba esperando a mi hija, Elisa, leí La familia nace con el primer hijo de Laura Gutman. Explica que los seres humanos nos esforzamos por ocultar lo sentimientos que nos avergüenzan o nos hacen sentir mal; entonces, aparece la sombra como “el rincón de nosotros mismos que nos resulta impresentable”. Ser capaz de atravesar esa sombra, es lo que nos fortalece y nos hace crecer como personas y; de alguna manera, si aceptamos todas nuestras emociones sin juicio, es más fácil crear hogares que promuevan el desarrollo de la inteligencia emocional y no la represión de sentimientos que son dolorosos o displacenteros.

En este blog, voy a compartir cómo ha sido mi despertar emocional, los aprendizajes que he tenido en la maestría que van desde aprender a saborear la vida, respirar, ser consciente de mi corporalidad. Así mismo, reflexionar sobre cómo poder crear hogares donde se busque la percepción y expresión natural de las emociones. Por último, hablar de la creatividad como una habilidad que nos hace vivir de manera más plena y consciente.

Con Elisa, volví a conectarme con esa parte espontánea y creativa, que los niños tienen de manera innata, y que se va perdiendo conforme nos moldea la sociedad. He jugado con ella a mover mi sombra que se extienden en la pared, me he quedado observando como las hormigas trabajan incesantes cargando hojas, he inventado una canción de cuna, he imaginado que cuando cruzamos por debajo de un puente estamos en la panza de un dragón, he disfrutado de lo absurdo y ridículo, he reído, he llorado y también he perdido la paciencia y sentido enojo e ira. Con ella me he sumergido en las historias que aparecen cuando abres un libro.

El fin de semana, cuando mi hija y sobrinos estaban jugando con bloques; una de mis sobrinas respondió pegándole a su hermano, gritando, en un arranque de ira cuando le tiraron su torre. Por supuesto, para un niño que le

Después de una tarde en que mi hija me hizo un berrinche de cuarenta minutos, recién despertó; me cayó el veinte que a veces sólo  me toca acompañarla en ese momento y permitirle sentir esa emoción desbordada y displacentera. También,

“Los juguetes que perduran a veces son los más sencillos”Kim John Payne El otro día en el parque, terminé de chef con Elisa; fascinada de  ver lo concentrada que estaba en construir un pastel con tierra y piedritas.  Fue un instante